domingo, 17 de mayo de 2015

Décimo Séptimo Día: Explicación de las Letanías

Virgo fidelis
Virgen fiel. María, siempre fiel a la ley del Señor, lo fue también a los designios de la Providencia. Dios le hizo saber, de un momento a otro, por su esposo José, que había que huir con el Niño Jesús a Egipto. María no busca en lo absoluto comprender la voluntad del Señor, y sin razonar sobre los obstáculos que parecen presentarse en un viaje tan penoso, largo y peligroso, María obedece, parte, y la orden de Dios le sirve de razón. Instruida por las profecías acerca de los tormentos que Jesucristo, su Hijo, debía soportar, tenía el alma triste, pero la sumisión estaba de acuerdo con la voluntad de Dios Altísimo. ¡Fidelidad preciosa de María! ¡Quien podrá admirarte suficientemente, cuando la condujiste al pie de la cruz y a recibir los últimos suspiros de su Hijo!

Speculum justitiae
Espejo de justicia. María es el espejo de las virtudes más perfectas, porque, destinada a la gloria de ser la Madre de Dios, cuya dignidad supera incomparablemente todas las grandezas humanas, y que es la más alta a la que puede ser elevada una criatura, debió ser enriquecida con las virtudes que convenían a esta sublime elevación, y si según Tomás de Villanueva, San Juan, sólo por causa de su calidad de precursor del Mesías fue santificado en el seno de su Madre e hizo cosas tan extraordinarias, que entre todos los hijos de las mujeres, según el testimonio del Salvador, no hubo nadie más grande que Juan Bautista.¡Qué decir de la santidad de aquella que concibió y llevó en su seno al autor de todas, la virtud de la santidad misma, en fin, el Verbo Eterno que es Dios!

Ejemplo
Un soldado, apellidado Beau-Séjour, rezaba todos los días siete Padre Nuestros y siete Ave Marías, en honor de las 7 alegrías y de los siete dolores de la Santísima Virgen. Nunca se olvido de satisfacer esta obligación, y si se acordaba, luego de haberse acostado que no lo había hecho, se levantaba al instante y rezaba esta oración de rodillas. Un día de batalla, Beau Séjour se encontró en la primera línea de combate, en presencia del enemigo, esperando la señal de ataque, se acordó que no había dicho su oración acostumbrada; de inmediato comenzó a decirla haciendo la señal de la Cruz. Sus compañeros, dándose cuenta, empezaron a burlarse y las burlas pasaron de boca en boca, pero Beau-Séjour, sin inquietarse, continuaba su oración. Una vez terminada ésta, los enemigos hicieron la primera descarga; y Beau Séjour, sin haber recibido un solo disparo, quedó solo en la línea. Vio muertos, a sus lados, a todos aquellos que antes se reían de él y se burlaban de su devoción. No pudo dejar de estremecerse ante tal vista y de reconocer la mano de la poderosa Protectora que lo había salvado. El resto de la batalla y aun de la campaña, que mató mucha gente, no recibió ni una sola herida. Habiendo recibido finalmente su baja, volvió a su casa y publicó por todos lados las alabanzas de María, de quien se reconocía deudor de vida y salud (Récits d’histoires).

Seamos fieles a nuestros ejercicios de piedad hacia María y nos será fiel a la hora del peligro.

Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa.


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