Hoy el
silencio se hace más presente que nunca. Ese silencio de un mundo detenido por
la situación actual que estamos viviendo. Nuestros templos sufren las
limitaciones actuales; nuestras calles y plazas esperan nuestros pasos en
silencio… Un silencio que se rompe en hospitales, que se conmueve ante tantos
hermanos nuestros que están falleciendo por la pandemia que nos asola, un
silencio que se convierte en llanto desgarrador… Y en ese silencio, en este
Viernes Santo, te descubrimos Señor en la Cruz…
Hoy, Viernes
Santo, te hubiéramos acompañado velando en el Monumento, en adoración
Eucarística, ofreciéndote tantas y tantas preocupaciones como anidan en
nuestros corazones, pero en Baltanás esto no es posible. También hubiéramos
seguido tus pasos en el Vía Crucis del Calvario, acompañándote en esas horas
dolorosas previas a tu Crucifixión, pero en nuestro pueblo tampoco es posible.
Por la tarde, sí celebraremos los Oficios de la Pasión, con esa Adoración de la
Cruz que nos conmueve… Este año tampoco procesionaremos nuestras imágenes,
haciendo que todos los vecinos se interroguen ante ese Cristo que sale a
nuestras calles para mostrarnos el verdadero camino de la felicidad… Una
procesión acompañados por nuestra Banda de Tambores, que cada año ensayan con
esmero para que podamos seguir tus pasos de un modo especial… Y al final de la
jornada, a los pies de nuestro Cristo Yacente, nos hubiéramos realizado la ya
tradicional “Foto de Familia”…
Pero este
año, nuestra Semana Santa es diferente. Procesionamos con el corazón,
acompañamos tus pasos desde el silencio, seguimos la liturgia con los aforos
permitidos,… A pesar de estas circunstancias, permanecemos unidos, te
acompañamos, nos quedamos sin palabras al verte Crucificado y nuestros
corazones lloran en silencio, te presentan las necesidades de tantos y tantos hermanos
nuestros que hoy, de un modo especial, cargan con la cruz del dolor, la
soledad, la enfermedad,…
Por eso Jesús,
al contemplarte así, clavado en la Cruz, nos quedamos sin palabras. Es difícil
expresar lo que siente nuestro corazón en estos momentos. Sólo podemos mirarte...
Gracias por entregar tu vida por cada uno de nosotros. Y te decimos como el
poeta: “Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera que, aunque no hubiera Cielo,
yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera”.
En la Cruz, Jesús,
todos tus gestos y palabras son de perdón, de amor. ¡Qué lección para nosotros,
que nos cuesta tanto perdonar!. Señor, concédenos la gracia del perdón. ¡Saber
perdonar!, ¡saber perdonar! Al igual que Tú. ¡Y acuérdate de nosotros, Señor,
no nos olvides!.
Señor, todo lo has entregado, no tienes nada... Nos has entregado hasta tu
Corazón traspasado por la lanza, te has dejado romper hasta derramar toda tu
sangre por nosotros. Tu corazón abierto es el camino por donde cada uno de
nosotros debemos entrar para ir al Padre. Haznos pequeños, muy pequeños, para
entrar por la llaga santa de tu costado y experimentar las delicias del cielo.