sábado, 21 de noviembre de 2009

Festividad de San Millán

Reproducimos en esta ocasión, un artículo publicado en la Revista Informativa de Baltanás y Valdecañas de Cerrato número 3 el pasado mes de diciembre de 2008. Trata algunos aspectos de la Historia de San Millán, Patrono de Baltanás, de la Parroquia y de varios grupos de la localidad. Agradecemos a Don Alejandro Nieto Barroso, miembro de nuestra Cofradía, que nos permita su publicación en este blog.

Millán, nacido en una cueva de Suso perteneciente a Berceo, donde fue bautizado. Su padre, que era pastor de ovejas, murió a los pocos meses de su nacimiento, quedándose de esta manera huérfano de padre y madre, ya que ésta murió a consecuencia del parto. Los vecinos del entorno de Berceo le llamaban el pastorcillo de Suso, ya que a su madre le sobrevino el parto en el monte y, al no darle tiempo el ir a casa, se metió en la cueva llamada de Suso, donde dio a luz a Millán.

Nació en el año 473 y murió en el 574, a los 101 años. Fue un niño de familia humilde y su oficio fue el de pastor de ovejas. Dios dotó a Millán con alma musical y en sus ratos libres, pastoreando y cuidando las ovejas, tocaba un caramillo, que es un instrumento musical. Tocaba como los Ángeles. Cierto día, entonando sus canciones, sueña que en lugar de cuidar ovejas se convierta en pastor de hombres, a lo que el caramillo se le convierte en pluma de escribir, y en vez de contemplar paisajes majestuosos pastoreando, se pone a meditar, contemplando a Dios. Así lo cuenta Gonzalo de Berceo, quien lo poetiza de la siguiente manera:
“Mientras yacía dormido fue de Dios aspirado.
Cuando abrió los ojos despertó Maestrado.
Y por abrirse al mundo olvidó al ganado.
Luego ya no guardo ovejas ni tengo otro oficio.
Que ya solo en amar es mi ejercicio”.

La vida de Millán en adelante cambió, ingresando en la Cueva de San Felices de Bilibio. Practica la soledad de la demanda valle adentro, donde hoy se venera la Ermita del Santo por ejercicio de Amor. Acepta que el Obispo Divino, de Tarazona, le ordene sacerdote y le encarggue el Curato de Berceo, hecho que le propicia la envidia de los clérigos.

Por ejercicio de amor se deja rodear de discípulos en su Oratorio de Suso; por ejercicio de Amor cura endemoniados, cojos, ciegos, o da de comer y beber milagrosamente a los peregrinos.
Con grandes muestras de cariño por parte del vecindario fue recibido este nombramiento como párroco de Berceo. Desempeñaba Millán su sagrado Misterio con verdadero celo apostólico y caridad, al mismo tiempo que hacía algunas reformas saludables en la Parroquia. Todo esto hasta que algunos clérigos, que no podían soportar el brillo de tanta virtud de su Párroco, le acusaron al obispo de malversador de lo fondos eclesiásticos que repartía entre los pobres (los que no eran necesarios para el culto). El obispo admitió la denuncia, le reprendió con dureza y le expulsó de Berceo como párroco. Se retiró como siervo de Dios a Suso, donde en la parte más elevada del cerro se hizo una cueva para su morada y un pequeño oratorio para celebrar misas. Desde este lugar comenzó a irradiar sus virtudes y sus dones, el don maravilloso de hacer milagros de tal forma que las gentes acudían de todas partes, ansiosas de venerar al Santo y darle gracias por sus virtudes.

Un día sana, de repente, a una mujer tullida con solo tocarla con su báculo; a otra la devuelve la vista, que era la criada de un tal Sicorio, muy famoso, (estaba completamente ciega) y también a un jorobado. Fueron tantos los milagros y bondades que de San Millán veían, que un primer biógrafo llamado Fronimia, hermano del obispo de Zaragoza, tomó la determinación de construir un cenobio, al pie de una roca, en la cual Millán pasaba la Cuaresma entregado a la oración. Allí, mientras construía el edificio, obró un estupendo milagro, ya que se hizo crecer un palmo a un hombre que era más bajo que los otros. Otro milagro sucedió cuando dos hombres le robaron el caballo y de repente se quedaron ciegos, comprendiendo que aquello era un castigo del cielo, se lo devolvieron pidiendo mil perdones. Posteriormente recobraron la vista. Después de tantas curas y milagros a lo largo de su longeva vida y su última enfermedad de Hidropesía, allí le fue revelada su muerte por un ángel. Asistido por su amado discípulo Áselo y demás religiosos, durmió en la paz del Señor. Su cadáver fue depositado en su oratorio con gran acompañamiento de religiosos y lugareños. El mismo día del sepelio varios hombres que traían en andas a una niña muerta la colocaron sobre el sepulcro del Santo Millán, junto al pequeño altar, y al instante resucitó, queriendo con este milagro manifestar el Señor la gran Santidad de su siervo.
Más tarde sus restos fueron trasladados a la iglesia de Suso, donde se encuentra el magnífico cenotafio de alabastro del siglo XII, Románico, donde se guardan los restos de San Millán en unas Bizantinas con tela persa, oro, plata y marfil.

La traslación.
Estos son los hechos. ¿Por qué el cambio de ubicación de Monasterio de Suso de las venerables reliquias a la distancia del vuelo de una perdiz? ¿Qué tiene que ver esta Historia de Santo Domingo de Silos y el Obispo de Don Gome, prior y Abad de episodio de 1.040?
Basta la explicación de que es más cómodo el valle que la montaña, donde se construye el Monasterio e Iglesia para contener las reliquias. El monje Fernando, autor del traslado, escribe unos 160 años después de los hechos. Nos cuenta que el rey Don García Sánchez decidió dotar a Santa María de Nájera, que era la niña de sus ojos, de todas las reliquias de los alrededores con el consentimiento de los obispos más notables, Sancho de Pamplona, García de Álava y Gome de Nájera. Los monjes de Suso, a pesar de su descontento y lágrimas, no fueron capaces de oponerse a la decisión del Rey. Llegada la procesión al fondo del valle, la carreta tirada por bueyes que hacía el traslado del Arca con los restos de San Millán, se quedó inmóvil como una roca. Días después volvieron los najerianos a intentar el traslado con más bueyes, a lo cual se oponen los de Ojacastro, y se forma una resistencia civil o tal vez violenta.
La crónica najeriense introduce un elemento nuevo en la leyenda, indicando que “por culpa de los impotentes bueyes tirando del carro nos quedamos sin las reliquias de San Millán”. El rey entiende el prodigio y decide levantar un monasterio en el lugar en que han quedado las reliquias inmóviles como una roca.

Dios consolador de los tristes dispuso las cosas a su modo: Se llamó Monasterio de Yuso “San Millán de la Cogolla”. Los monjes del lugar de Suso, aceptaron de buen grado las reglas de San Benito de 1.030, cuyas reliquias quedan colocadas en un lugar más digno que el humilde enterramiento del siglo VI. De este modo, los peregrinos tienen un arca visible al que dirigir sus oraciones o devociones. Es una preciosa urna de plata, colocada en el altar, donada por el rey. Desde 1053 hasta 1067 dura la obra de Yuso. El rey es, en 1067, Sancho IV del de Peñalen. Las reliquias de San Millán son expuestas en una costosísima obra de oro y marfil por su arte románico transportado de Europa.

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