Salutación angélica: Se llama Salutación angélica al Ave María,
porque contiene el saludo del Arcángel Gabriel a María. Esta bella
oración se convirtió en las costumbres de la vida cristiana, en casi
inseparable del Padre Nuestro, que Nuestro Señor nos enseñó y que por ese motivo llamamos Oración Dominical. La Salutación Angélica
tiene dos partes: la primera se compone de las palabras del Ángel y las
de Santa Isabel a María. Según lo destaca Santo Tomás, no era la
primera vez que un Ángel había sido enviado a la tierra. Abrahán y los
patriarcas habían recibido la visita de esos mensajeros celestes; pero
los Ángeles nunca se inclinaron delante de ellos, porque por su
naturaleza, el Ángel es superior al hombre. Cuando Gabriel se vio
delante de María, portador del gran secreto de la encarnación, descubre
en Ella a la Reina del Cielo y de la Tierra, y se inclina diciendo: "Salve
María, llena de gracia, el Señor está contigo, y bendita tú eres entre
todas las mujeres”. Santa Isabel agregó en la visita que le hizo María:
“Y bendito es el fruto de tu vientre”. La segunda parte de la salutación
angélica fue compuesta por la Iglesia. María es llamada Madre de Dios,
es el título que le concedió el Concilio de Éfeso, cuando condenó la
herejía de Nestorio. Se cree que fue San Cirilo de Alejandría, de
acuerdo con el Concilio que presidía, quien compuso la última parte de
esta conmovedora oración: “Santa María, etc”.
Ángelus: La Encarnación es don de Dios
por excelencia. La Iglesia, para reconocer y celebrar esta bendición,
estableció una fiesta que es la de la Anunciación. Pero también hizo
más, estableció una voz que recuerda sin cesar al mundo el mensaje del Ángel, la humildad de María y el abajamiento del Verbo. Es la voz de la
campana, que ha recibido esta bella y dulce misión. Los tres Ángelus de
cada día serán la expresión del reconocimiento y del amor del hombre
hacia la Santísima Trinidad; y los nueve golpes de la campana nos
conducirán a la misteriosa invitación de nueve coros angélicos, que se
unen a nosotros para adorar al Verbo encarnado en María.
Ejemplo
En Alemania, un culpable, condenado a la pena de
decapitación no quería escuchar hablar de la confesión. Un padre jesuita
empleó todos los medios para convertirlo; le rogó, le lloró, se arrojó a
sus pies; pero viendo que perdía su tiempo, le dijo: recitemos juntos
el Ave María. Una vez que el criminal lo hizo, cayeron abundantes
lágrimas de sus ojos; se confesó, penetrado de dolor, no quiso morir sin
abrazar estrechamente la imagen de María
Santa Germaine, recitaba el Ángelus con una fidelidad
verdaderamente destacable. Al primer golpe de la campana, se ponía de
rodillas, donde se encontrara; se le vio arrodillar, a menudo en medio
de la nieve y del barro, sin perder el tiempo en buscar un lugar mejor, y
si la campana se hacía oír cuando atravesaba el arroyo que baña el
territorio de Pibrac, sin dudarlo, se ponía de rodillas en el agua y
hacía su oración.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
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