viernes, 23 de abril de 2010

Crónica de la Beatificación del Padre Bernardo F. de Hoyos, S.J.


Reproducimos, a continuación, una Crónica enviada por una joven voluntaria que el pasado día 18 de Abril acudió a la Beatificación del Padre Bernardo F. de Hoyos, S.J., verdadero Apóstol de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús en España. El testimonio de esta crónica es un precioso reflejo de coherencia cristiana y de entrega decidida a la Verdad.

CRÓNICA DE LA BEATIFICACIÓN DEL P. BERNARDO DE HOYOS, S.J.
El pasado domingo 18 de abril muchos peregrinos salimos de nuestras casas poco antes del amanecer, con la intención de llegar pronto a Valladolid, la histórica ciudad castellana en la que tendría lugar uno de los actos más importantes de los últimos meses. A las 7 de la mañana nos encontrábamos ya en camino, ofreciendo el día y agradeciendo el privilegio de vivir un acontecimiento histórico, que muchos de nuestros abuelos hubieran deseado presenciar: la beatificación del apóstol del Corazón de Jesús en España, el P. Bernardo de Hoyos.

Las previsiones meteorológicas anunciaban posibles lluvias, y la predicción se cumplió durante todo el camino. El autobús nos dejó muy cerca del lugar donde se iba a celebrar la Santa Misa, y enseguida nos sentimos como en casa, rodeados de ese ambiente de alegría y complicidad típico de las grandes manifestaciones de fe, cuando uno se sabe en familia dentro de la Iglesia.

A las 10.30 comenzó la ceremonia, presidida por el Prefecto de las Causas de los Santos, Monseñor Ángelo Amato, acompañado de Monseñor Blázquez, recientemente nombrado obispo de la diócesis vallisoletana, el Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Rouco, y otros 50 cardenales, unos 300 sacerdotes y una gran multitud de fieles. La Eucaristía comenzó con la lectura de la Carta Apostólica en la que Su Santidad inscribe en el Libro de los Beatos al Venerable Siervo de Dios Bernardo Francisco de Hoyos. Se proclamó primero en latín, lengua oficial de la Iglesia, y seguidamente en castellano; y las campanas comenzaron a repicar alegremente, manifestando el júbilo de los presentes y de la Corte Celestial, que sin duda lo celebraba por todo lo alto. La prueba es que en ese momento se abrió el cielo y salió el sol, disipando la amenaza de la lluvia, que no volvió a hacer acto de presencia en toda la mañana.

En este día tan providencial para nuestra Historia, las lecturas acompañaron admirablemente al acontecimiento, haciendo más patente el mensaje del Corazón de Jesús y el sentido de la devoción difundida por el joven Bernardo. En los Hechos de los Apóstoles, san Pedro anunciaba que Jesucristo resucitado ha sido exaltado por Dios como jefe y salvador, y nos exhortaba a tener siempre presente que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.” El Apocalipsis, proclamado en la Segunda Lectura, también subrayaba la realeza de su Corazón, digno de recibir “el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.”

El Evangelio, por último, nos mostraba quién es este Rey de Reyes, que teniendo todo el poder y todos los derechos sobre las naciones y las personas, no ejerce su realeza como un tirano, sino que se presenta a nosotros como necesitado de nuestro amor. Este Rey es el Corazón de Jesús, que se abaja para mendigar el amor de sus amigos, preguntándole a Pedro por tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Esta es la esencia de la devoción al Corazón de Jesús: que nuestro Rey está sediento de amor, y podemos darle una respuesta y reparar las ofensas que hieren su Corazón. Así lo hizo S. Pedro, respondiendo humildemente “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Así lo hizo el mismo Bernardo de Hoyos, poniendo todo su empeño en extender esta devoción. Así lo hicieron los miles de mártires españoles que en el s. XX recogieron la antorcha de la fe, y ofrecieron su vida para que se realizara la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús: “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes.”

Esta antorcha sigue encendida, prendiendo la Caridad en los corazones de muchos cristianos que, viendo nuestra patria tan alejada del Señor, dirigen a su Corazón la pregunta de Bernardo: “¿Por qué mi patria, tu amada España / se halla privada de tanto bien? / Con mayor gloria, Jesús responde: / En esta España yo reinaré.”

Con esta esperanza y pidiendo que se realicen los frutos que Monseñor Amato ha señalado en su homilía –el vigor de los sacerdotes, la fidelidad de los religiosos, la firmeza de los jóvenes y la confianza en el Corazón de Cristo de todos los cristianos- regresamos después de comer a nuestras casas, llevándonos un feliz recuerdo de la generosa ciudad vallisoletana, que con tanto cariño ha rendido homenaje a su hijo Bernardo.

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