Sedes sapientiae
Trono de sabiduría. María mostró, a
todo lo largo de su vida un espíritu de sabiduría perfecta, porque
representándonos en el momento en que el Arcángel le anunció el misterio
de la Encarnación, ¿no percibimos una sublime sabiduría en el diálogo
que sostuvo? La veremos en presencia del Ángel tímida por castidad
como obediente por humildad, tan discreta en sus preguntas como sabia
en sus respuestas. Finalmente, no descubriremos sino las huellas de una
sabiduría admirable y consumada en todas sus acciones y palabras. Ella
cargó en sus brazos la sabiduría substancial, al Verbo Encarnado.
Causa nostrae laetitiae
Causa de nuestra alegría. Fue en
nuestra Redención, en la que cooperó María, que la Iglesia sacó el
motivo para saludarla como la verdadera causa de nuestra alegría. En
efecto, considerando la naturaleza humana caída por el pecado del estado
primitivo de su creación, y a todos los hombres sometidos a la
esclavitud del demonio y de la muerte; luego viéndola
restablecida en sus derechos por la Encarnación de Jesucristo, y a los
hombres de esclavos del demonio, convertidos en hijos de Dios, ¿no se
reconoce que María (de quien nació el Mediador que reconcilió a los
hombres con Dios) nos procuró el más grande honor, y que debe
ser, por consecuencia, la causa de nuestra mayor alegría?.
Ejemplo
El año 1749, una mujer virtuosa fue condenada a muerte
por la acusación de su marido, hecha sobre falsas conjeturas que la
hicieron pasar por culpable de infidelidad, siendo ella inocente.
Recurrió a la gran Consoladora de los afligidos; lloró a los pies de la
Santísima Virgen, la invocó, le encomendó insistentemente su inocencia,
su honor y su vida; y esta Madre de Gracia, que nadie invoca nunca en
vano, la tomó tan bien bajo su protección, que el verdugo no llegó a
quitarle la vida, La tomó por muerta, luego de realizar su trabajo, pero
luego de retirarla del patíbulo, algunas horas después de la ejecución,
para llevarla a enterrar, mientras era llevada a la Iglesia, no sólo
dio signos de vida, sino que se levantó, se arrojó a los pies de una
imagen de la Santísima Virgen, publicó en voz alta que Ella era su
liberadora, y que se le había aparecido durante la ejecución, para
aumentar sus esperanzas y quitarle sus temores. Todos aquellos que
fueron testigos bendijeron a la Madre de misericordia y renovaron su
confianza en su bondad.
En las aflicciones, recurramos a María, Ella nos consolará y pondrá en nuestro corazón la alegría cristiana.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario