Agnus Dei qui tollis percata mundi
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ahora
bien, Jesucristo es el verdadero Cordero que ha sido inmolado por los
pecados del mundo; porque todos los sacrificios y las oblaciones de la
antigua ley eran insuficientes para borrar los pecados, tal como lo
explicó el Apóstol en su Epístola a los Hebreos, capítulo X, diciendo: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quiten
los pecados, hacía falta otra víctima, era necesario que un Dios
reparara el ultraje que el pecado había hecho a Dios. Por eso, San
Pablo, en la Epístola antes citada, escribió que el Hijo de Dios, al
entrar a este mundo dijo a su divino Padre: No quieres hostia ni
oblación, pero me formaste un cuerpo; para hacernos comprender que
Jesucristo era la única víctima digna de agradar a Dios y de
reconciliarnos con Él.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Agnus Dei qui tollis percata mundi
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Sabemos
que San Juan, en su Apocalipsis, capítulo V, siendo raptado en
espíritu, vio un cordero como degollado, en medio de un trono, rodeado de
cuatro animales y de veiticuatro ancianos que se prosternaban delante
de Él, y que millares de Ángeles decían en alta voz: El Cordero que ha
sido degollado es digno de recibir poder, divinidad, sabiduría, fuerza,
honor, gloria y ahora bien, este Cordero designaba a Jesucristo que es
el Cordero de bendición. Dios, degollado desde el comienzo del mundo.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Agnus Dei qui tollis percata mundi
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Leemos
en el capítulo XV del Apocalipsis que San Juan vio siete Ángeles que
sostenían siete copas de oro llenas de la cólera de Dios, listos a
derramarlas sobre la tierra. Ahora bien, se ha representado la última
imagen de esos siete Ángeles cerca del Cordero de Dios, para significar
que Jesucristo, siendo el Cordero de Dios inmolado por los pecados del
mundo, satisfizo la venganza divina y que las plagas de la cólera de
Dios que encerraban las siete copas han sido desviadas de la superficie
de la tierra por el mérito de la efusión de su preciosa Sangre.
Ejemplo
San Juan Nepomuceno, vino al mundo en un estado
desesperado, y no debió la conservación de su vida sino a la protección
de la Santísima Virgen, que era invocada por sus piadosos padres en la
iglesia de un monasterio vecino. Este primer favor de María era un feliz
presagio para el porvenir: le siguieron la piedad, el celo, la
habilidad en la conducción de almas. Juan, por su lado, se mostró digno
de las bondades de su divina benefactora, por su viva gratitud y por su
confianza filial, que le testimonió frecuentemente, pero sobre todo en
la circunstancia gloriosa que lo hizo célebre para siempre. Urgido por
el cruel Wenceslao para que revelara la confesión de la emperatriz, su
esposa, y entregado por su negativa, al verdugo, recurrió a María y no
dejó de invocar su santo nombre junto al de su divino Hijo mientras se
le atormentaba. Salió vencedor de esta primera prueba, pero previendo
que su perseguidor no se detendría ahí, redobló su fervor hacia la
Santísima Virgen y se preparó para el martirio, que en efecto tuvo la
dicha de sufrir la noche siguiente.
Dirijámonos a Jesús, por la intercesión de María y obtendremos el perdón de nuestros pecados.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa.
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