Sancta Dei genitrix
Santa Madre de Dios. Solo a María, como Madre de Dios, puede aplicarse las palabras del Eclesiástico. Aquél que me creó descansó en mi tabernáculo.
Ahora bien, por la manera en que se cumplió este misterio, no hay nada más
maravilloso; porque de la misma manera en que Dios Engendró a su Hijo
desde toda la eternidad, sin madre, igualmente, María concibió y trajo
al mundo al Hijo de Dios sin padre; y de la misma manera que Dios, con
una sola palabra, sacó al universo de la nada, de la misma manera, María
cuando dijo al Arcángel “Hágase en mí según tu palabra”, concibió en
ese mismo instante por obra del Espíritu Santo, y el Verbo divino de
hizo carne.
Sancta Virgo Virginum
Santa Virgen de las vírgenes. De todos
los piadosos motivos que nos mueven a llamar a María la Virgen de las
vírgenes, no hay uno más grande que el voto generoso mediante el cual
consagró su virginidad a Dios; porque Ella lo hizo en un tiempo en que
no existía precepto, ni ejemplo ni consejo; en el tiempo mismo en que la
virginidad era menos estimada que la esterilidad y era despreciada,
vista por los judíos como una maldición de Dios. Por otro lado,
considerando que la belleza de María nunca fue ocasión del más mínimo
pecado, no inspira, por el contrario sino respeto y piedad a quienes
tuvieron la felicidad de verla. Hay que convenir que Dios se complació
creando a María, como un objeto que había elegido para ser la Madre de
su Hijo y para ser la más pura y la más perfecta de las hijas de la
tierra.
Ejemplo
El piadoso Vicente de Beauvais relata: “Había en una de
nuestra ciudades, un pintor de cierto renombre que destacaba,
especialmente, en reproducir la dulce y pura fisonomía de la Virgen. Le
causaba placer, sin duda por el contraste, poner a sus pies a su eterno
rival, pero lo dibujaba abatido, desesperad o bajo formas tan horrendas,
que Satanás le guardaba rencor. Si debemos creer en la leyenda, llegó
hasta a amenazar a nuestro artista, diciéndole que se arrepentiría.
Éste, no era hombre de dejarse intimidar. Un día que subió a un alto
andamiaje, volvió a trazar sobre el frontispicio de una iglesia su
retrato privilegiado, para mostrar al enemigo de la Virgen cuánto lo
despreciaba. Después de haber trazado un admirable esbozo de aquél, hizo
de su enemigo un boceto más horrible que nunca. Mezclaba los colores
cuando sintió que el andamiaje se quebraba; comprendió de inmediato lo
que quería el enemigo, y tiende la mano hacia la imagen que acababa de
dibujar. Ésta le tiende la suya y mientras que las planchas y las vigas
colapsaban con estruendo bajo sus pies, permaneció suspendido sin otro
sostén. Toda la ciudad fue testigo del prodigio. Se reconstruyó el
andamiaje, y nuestro pintor, volvió a poner manos a la obra, haciéndolo
con tanta propiedad esta vez, que quitó por siempre a Satanás las ganas
de interrumpir su trabajo.
Roguemos a la Virgen en momentos de peligros
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
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