Regina Sacratissimi Rosarii
Reina del Santo Rosario. El Rosario es
una fórmula de oraciones en la cual distinguimos veinte decenas
de salutaciones angélicas, entremezcladas con oraciones dominicales. En
cada una de esas decenas meditamos sobre los misterios. Estos misterios
son en total veinte, conformados en cuatro series: 1-. Cinco misterios gozosos
que son: La Encarnación, la Visitación de la Santísima Virgen, la
Natividad de Nuestro señor, la Presentación en el Templo y el Encuentro
de Jesús en medio de los Doctores. 2-. Cinco misterios dolorosos que son: El sudor de sangre en el Huerto de los Olivos, la Flagelación, la
Coronación de espinas, Jesús cargado con la Cruz y la Crucifixión. 3-.
Cinco misterios gloriosos que son: La Resurrección, la Ascensión, la
venida del Espíritu Santo Paráclito, la Asunción de la Santísimima
Virgen y su Coronación como Reina de cielos y tierra. 4-. Cinco misterios luminosos que son: El Bautismo de Jesús, la autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná, el anuncio del Reino de Dios, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía. Se puede dividir
el rosario en cuatro series de cinco decenas cada uno y, en ese caso, se
tiene cuidado de tomar alternativamente por asunto de meditación las cuatro series de misterios.
El término Rosario significa corona de rosas. Era
costumbre en Oriente ofrecer coronas de rosas a las personas que se
proponía honrar, y los cristianos se complacían en ofrecer estos
presentes a la Santísima Virgen y a los Santos. San Gregorio Nacianceno
sustituyó la corona material de rosas por una corona espiritual. Santa
Brígida, en el siglo siguiente, tuvo la idea de poner esta corona al
alcance de todos, haciéndola componer de las oraciones más ordinarias de
la Iglesia. Pero el uso de recitar cinco Pater y diez Ave María, se remonta a Santo Domingo.
Ejemplo.
San Carlo Borromeo tenía la más viva y la más tierna
devoción por la Santísima Virgen, que recitaba todos los días, de
rodillas el rosario y el oficio de esta Gloriosa Virgen; ayunaba,
además, con pan y agua, en las vísperas de Nuestra Señora. Nadie fue más
exacto que Él en saludarla a la indicación de la campana; porque si se
encontraba en la calle, aunque estuviese cubierta de barro, no dejaba de
ponerse de rodillas cuando la campana advertía que era hora de recitar
el Ángelus. Quiso tener en su catedral una capilla y una Cofradía del
Rosario. Mandaba hacer, además, todos los primeros Domingos del mes una
procesión solemne, en la que se trasladaba con mucha pompa una pintura
de la Santísima Virgen; quiso que fuese la protectora de todas las
fundaciones que hizo; ordenó que en toda su Diócesis se honrara, con
gestos de respeto, el sagrado nombre de María, ni bien se le escuchara
pronunciar; hizo colocar en todas las portadas de todas las Iglesias
parroquiales de su jurisdicción una imagen de la Madre de Dios, para
hacer comprender al pueblo que no se puede entrar al templo de la gloria
eterna sin el favor de aquella a la que la Iglesia llama Puerta del Cielo.
Rezando el Rosario, pensamos en los misterios de Cristo.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
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