Consolatrix afflictorum
Consoladora de los afligidos. ¿No
tenemos incontables efectos de los milagrosos de la protección
de María? ¿No hay una gran cantidad de monumentos erigidos en su honor
como reconocimiento de los desventurados que auxilió? ¿Existe algún
hombre que haya reclamado su asistencia en vano? Su caridad es tan
solícita que nos asiste, a menudo, en nuestras necesidades, sin esperar
que la invoquemos, un solo pensamiento, un solo deseo de implorarla
basta para que comience a asistirnos.
Auxilium christianorum
Auxilio de los cristianos. La gratitud
que los cristianos tienen a María, favorecidos en todo tiempo con su
protección, les ha inspirado a llamarla Su Auxilio, a compararla con una
torre fortificada y a mirarla como asilo seguro contra todos sus
enemigos. Y la Iglesia, aprobando este testimonio de su gratitud hacia
su protección, y considerando los poderosos auxilios que el pueblo
cristiano ha recibido siempre de la Virgen, le dirige las palabras que
se lee en el capítulo IV del Cantar de los cantares. Tu cuello es como
la torre de David que está edificada con bulevares; mil escudos cuelgan
de ella, y todas las armas de los más valientes.
Ejemplo
Fue delante de una imagen de la Santísima Virgen y
merced a su protección que San Francisco de Sales obtuvo la liberación
de una pena interior, la más grande que se pueda experimentar. Mientras
estaba en su período de estudios, pensó que era un réprobo que estaría
por siempre desterrado de la vista de Dios; era como si estuviese
persuadido. Uno puede imaginar qué tormento tan cruel debía ser este
pensamiento para un alma tan cercana a Dios como la suya. Se consumía a
ojos vista, enflaquecía y palidecía en extremo. En esa situación tan
afligida, recurrió a la Santísima Virgen; se prosternó delante de su
imagen, formó estos generosos sentimientos: “Si soy tan desventurado
para merecer estar siempre en la desgracia de mi Dios, quiero al menos
tener el consuelo de amarlo con todo el corazón durante mi vida entera:
sí, mi Dios, si no puedo amarte después de mi muerte, quiero amarte
doblemente mientras viva. Estando en estos pensamientos, ni bien miró la
pintura de la Madre de Gracia para interesarla en su destino, en el
mismo momento, se sintió aliviado y totalmente liberado de su pena, de
suerte que su rostro retomó los colores y su serenidad en el lugar mismo
de la oración.
Hacia fines del siglo XVI, la cristiandad estuvo
amenazada por los turcos con una desolación general, y el Papa Pío V
alentó a los fieles a poner toda su confianza en María. Toda Europa se
puso a orar y se acudió de todos los lugares a Nuestra Señora de Loreto,
para implorar la asistencia de la Madre de Dios. Desde entonces el
piadoso Pontífice no dudó en la victoria. Fue una de las más gloriosas y
completas. El Papa que había recibido una revelación, estaba
personalmente persuadido de que era efecto de la protección de la
Santísima Virgen, que instituyó para esta ocasión una nueva fiesta en su
honor, que es la del Rosario, e hizo agregar a las letanía la
invocación: Auxilium christianorum.
En las aflicciones y en las dificultades, recurramos a Nuestra Madre del Cielo.
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