Las Letanías de la Santísima Virgen son una recopilación
de alabanzas en honor a María, un resumen de los sentimientos de los
Concilios, de los Papas y de los Santos. En su fórmula actual, se usaron
primeramente en Italia, en el Santuario de Nuestra Señora de Loreto.
Las Letanías se difundieron por toda la cristiandad, y se convirtieron
en la oración favorita de todas las comunidades cristianas y los frutos
de salvación fueron tan grandes que, la Sede Apostólica no sólo las
aprobó sino además las enriqueció con muchísimas indulgencias. Mediante
una constitución, fechada el 15 de julio de 1587, el Papa Sixto V
concedió una indulgencia de 200 días a quienes, con corazón contrito,
recitaran las Letanías. Benedicto XIV, ratificó esta indulgencia en 1728
y el Soberano Pontífice Pío VII la aumentó a 300 días, agregando una
indulgencia plenaria a ganar, en las festividades de la Santísima
Virgen, por todos aquellos que reciten las Letanías, con la condición
que en esos días de fiesta, se confiesen, comulguen y visiten una
iglesia pública, rezando por las intenciones del Santo Padre.
Ejemplo
Nuestra Señora de Laus, situada a 8 kilómetros de Garp,
fue fundada, hace tres siglos, por una simple pastora llamada Benedicto
Rencurel, más tarde llamada Hermana Benedicto, porque se asoció a la
Tercera Orden de Santo Domingo. Esta alma de elite había escuchado decir
a un predicador que la Santísima Virgen es buena y todo misericordiosa,
concibió un violento deseo de verla y pidió a María con las más
ardientes oraciones que se le mostrara. María se le apareció, no una,
sino frecuentemente, y esto durante cincuenta y seis años enteros. Antes
de hacer de Benedicto su amiga y la dispensadora de sus gracias, la
Santísima Virgen se dignó hacerla su alumna, y cuando tuvo estrechamente
unida el alma de la joven pastora por la atracción irresistible de su
belleza, le comenzó a hablar, para instruirla, probarla y alentarla.
Para ponerse al alcance de la inteligencia poco cultivada de la hija de
las montañas, descendió a familiaridades que nos sorprenderían, si no
supiésemos que la bondad de María no tiene límites. Incluso no desdeñó
enseñarle a rezar, como lo hacen las madres, repitiendo palabra por
palabra una oración a sus hijos; así fue como aprendió las Letanías,
hasta entonces desconocidas en el país, encargándole que las enseñara, a
su turno, a sus compañeras y que las repitiera cada tarde con ellas.
Las jóvenes hijas de Avançon y de Valsère se pusieron, prontamente, como
las de Saint-Etienne, a recitar las Letanías de la Santísima Virgen:
todas las procesiones que llegan a Laus las cantan subiendo la montaña;
toda misa celebrada en el altar de María está seguida de sus Letanías
que se vuelven a decir todos los sábados, y todos los domingos, en un
ambiente que no hay sino en Laus y que remueve todas la fibras del alma.
Recitemos con más piedad las letanías de la Santísima Virgen cuando hagamos nuestra oración de la tarde
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario