Mater Christi
Madre de Jesucristo. ¿Hay un título más
glorioso para María, que ser la Madre de Jesucristo, cuya gloria y
majestad se derraman sobre Ella? Porque adorando a Jesucristo como Rey
de reyes y Amo soberano del universo, ¿no se debe honrar a su Santísima
Madre como la Reina gloriosa del cielo y de la tierra? Y si Betsabé, en
otro tiempo, obtuvo tanta gloria por ser la madre de Salomón, ¡qué
honor, qué gloria no le corresponde a María, la Madre de Jesucristo,
que es el Hijo de Dios y Dios mismo!
Mater divinae gratiae
Madre de la divina gracia. ¿Se podrá
dudar que María fue la Madre de la divina gracia, después de que fue
elevada a la dignidad de Madre de aquél que es el autor de todas las
gracias, y después que el Arcángel Gabriel, el enviado del Altísimo, la
saludó llena de gracia? No, ciertamente; porque es en vista de esta
plenitud que la Iglesia le aplica esas palabras del Eclesiástico: En mí está toda la gracia,
y que los santos Padres la compararon con el mar, por ser el mar el
reservorio y la fuente de todas las aguas de la tierra, lo mismo que
María es el tesoro y el canal de todas las gracias del cielo.
Ejemplo
Un gran pecador se encontró un día con San Bernardo,
lamentando la multitd de sus pecados. “Es imposible que Dios me conceda
su persona y su gracia”. El santo Doctor le respondió lleno de
compasión: “Tranquilícese usted, hijo mío, no tiene ninguna razón para
desesperar”. Tome, lea. El Santo le hizo leer el pasaje de la Escritura
en que el Ángel dice a María: “No temas porque has encontrado gracia
delante de Dios (Luc. I, 30). ¿Comprende esas palabras? Preguntó el Santo. María encontró gracia. Hijo mío, usted sabe que se puede
encontrar cosas que otros han perdido. Así, no tarde, no tema, apúrese
en recurrir a la Madre de Dios y dígale: “He perdido la gracia y tú
la has encontrado, devuélvemela reconciliándome con tu Hijo, y luego que
haya recuperado esta gracia, guárdame por miedo a que la pierda de
nuevo”. El pobre pecador repitió confiado, se prosternó delante de la
imagen de la Virgen, rogó a la Madre de la gracia divina, hizo
penitencia y murió bendiciendo el nombre de su celeste protectora.
Pidamos a la Santísima Virgen una gracia abundante por nuestro progreso en las virtudes de nuestra condición
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACi Prensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario