Virgo potens
Virgen poderosa: María, que es la Reina de los Ángeles y
de los hombres, es la soberana de todas las criaturas, y reina al
costado de Aquél que está sentado por encima de los querubines, que
mueve los cielos, que cambia los tiempos, que manda los vientos y a las
tempestades, y que altera los elementos. Ahora bien, como todo es
posible en el cielo y sobre la tierra al Amo de la naturaleza, toda la
naturaleza debe obedecer, toda la naturaleza debe obedecer a aquella a
quien Él mismo estuvo sometido. Por eso, los Ángeles y los Santos, que
son testigos del gran poder de María, se apresuran a rendirle los
homenajes y la obediencia que le deben.
Virgo clemens
Recurran, pobres pecadores, recurran a María, cuyo trono
es accesible a los desventurados, y no duden de la buena voluntad y del
poder de esta Madre de clemencia, que está siempre dispuesta a recibir y
que Jesús no tiene nada que rehusar a aquella por cuya intercesión hizo
su primer milagro y que Él destinó para ser Abogada de los pecadores.
Recurran a María, ustedes que son sus fieles servidores, recurran a Ella con confianza; que si los grandes pecadores encuentran en Ella los
auxilios que necesitan, ustedes no dejarán de recibir los favores que Ella concede, particularmente a aquellos que la aman y que la sirven,
imitando sus virtudes.
Ejemplo
Juan, Emperador de Oriente, dio una prueba sorprendente
de la devoción que tenía a las imágenes de la Madre de Dios. Los escitas
habían irrumpido violentamente en la Tracia; concretando una usurpación
digna de su mala fe, se convirtieron en los amos. El Emperador, en
estas circunstancia que le hacía perder una bella provincia de su
imperio, recurrió a la Reina del Cielo; y por la intercesión visible que
recibió su ejército, rechazó a los bárbaros y los puso en fuga.
Entonces, lejos de ser ingrato hacia su libertadora, quiso cederle los
honores de esta victoria. Hizo colocar su pintura sobre un carro de
triunfo magníficamente tirado por cuatro caballos blancos, montados por
los príncipes de su Imperio; y él, presidiendo todo su cortejo, iba a
pie, con la cabeza descubierta, delante del carro de triunfo, con una
cruz en la mano, otorgando a María toda la gloria. Honremos, a ejemplo
de esos grandes personajes, en todas las formas que dependan de
nosotros, a las imágenes de la Reina del Cielo.
Pidamos a María proteger a la Iglesia y a las familias cristianas contra nuestros enemigos.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa.
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