Mater creatoris
Madre del Creador. Este augusto título
de Madre del Creador conviene más a María que, no sólo su Hijo en tanto
que Dios creó todas las cosas que existen, sino que, además, nos
concedió la gracia de encontrar en Él un nuevo ser, una vida divina, lo
que es como una segunda creación. A decir verdad, el pecado mortal nos
desnaturaliza, nos reduce como a la nada; así lo confesó David después
de haber pecado: Me vi reducido a la nada. Pero el hijo de
María nos retira de esa nada, renovándonos por su gracia, de tal manera
que, según san Pablo, nos convertimos en una nueva criatura en
Jesucristo.
Mater salvatoris
Madre del Salvador. Mucho tiempo antes
del nacimiento de Jesucristo, el Profeta Isaías había predicho que una Virgen concebiría, y que nacería de Ella un niño, que sería llamado Emmanuel, que significa Dios con nosotros. José, el Esposo de María, fue particularmente instruido por el Ángel que le dirigió estas palabras: Lo
que ha nacido en Ella ha sido formado por el Espíritu Santo, dará a
luz un niño, a quien le pondrás por nombre Jesús, es decir Salvador,
porque salvará a su pueblo. Ahora bien, las predicciones que se verificaron prueban evidentemente que María es la Madre del Salvador del Mundo.
Ejemplo
Se ha relatado, en la historia de Santo Domingo, que
ese gran hombre, predicando en el Languedoc a un pueblo obstinadísimo
en la herejía, se quejaba humildemente a la Santísima Virgen del fruto
de sus predicaciones. La Madre de Dios quiso responderle que tal como
el Señor había hecho preparar, por el saludo del Ángel, el misterio de
la Encarnación que debía operar la salvación del mundo, se requería que
imitase esta conducta, y que pusiese en valor la devoción al Ave
María, persuadiendo al pueblo que usara el Rosario; Ella le aseguró que
si lo hacía, vería pronto los frutos de salvación que obtendría.
Sucedió, en efecto, lo que la Virgen había prometido. Santo Domingo ganó
más almas a Dios por el mérito del Ave María que por ningún otro
medio: fue esta oración, repetida con confianza, lo que dio virtud a sus
predicaciones y que las hizo tan fructuosas, por la multitud de herejes
que devolvió a la fe. La Iglesia está tan persuadida de la gracia que
el Cielo le ha concedido, para producir frutos de salvación en las
almas, que alienta a todos lo predicadores a comenzar sus discursos con
el Ave María, para preparar, mediante este divino rocío, a las almas
de los auditores a recibir con fruto la sagrada palabra.
Cuando recitemos el Ave María, no olvidemos que nos dirigimos a la Madre de nuestro Salvador Todopoderoso, sobre el Corazón de su divino Hijo.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa.
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